Enseñarles a comer de una forma saludable y variada desde pequeños no sólo contribuye a que los niños crezcan fuertes y sanos, sino también a prevenir la aparición de enfermedades durante la edad adulta.
En este sentido, el rol de los padres es fundamental. Deben saber que acostumbrar a los hijos a comer de todo es algo que se consigue poco a poco, y que cada niño necesita un tiempo diferente para ello. ¡Para que acepten un alimento, es normal que lo tenga que probar hasta quince veces! Además, si un producto no les gusta de una manera, es posible que sí les pueda apetecer de otra. Por eso es tan importante preparar platos diferentes con regularidad: una vez a la plancha, otra al horno, crudos, presentados con una guarnición de pasta o ensalada...
Otro método que no requiere mucho tiempo y que resulta muy efectivo es optar por una presentación divertida de los platos. Además, si los niños ven que los adultos están comiendo un determinado alimento, es probable que lo acepten más rápidamente.
¿Cómo debe ser su alimentación?
A partir de los dos años, los peques deben comer de manera similar a un adulto, aunque debemos fijarnos más en algunos aspectos. En primer lugar, hay que prestar atención a las cantidades, que deben ser suficientes pero no excesivas. En segundo lugar, hay que evitar que consuman a diario golosinas, bollería, bebidas y refrescos azucarados y comida rápida, y dejarlo para ocasiones puntuales. En tercer lugar, se debe desayunar en casa y en el colegio, tomando alimentos del grupo de los farináceos, lácteos y fruta fresca.